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¡Vivir! CAPÍTULO I (2)
Ese verano faltó poco para que me echara novia. Conocí a una joven preciosa, de las que enamoran. Aún hoy su carita morena resplandece ante mis ojos. Cuando la vi, estaba sentada en la hierba, a la orilla del río, con el pantalón remangado, agitando una vara de bambú mientras cuidaba de unos patos rollizos. Esa chica de dieciséis o diecisiete años pasó conmigo, muy tímida, toda una tarde tórrida. Cada vez que sonreía bajaba profundamente la cabeza. La vi bajarse disimuladamente las perneras del pantalón, y luego ocultar sus pies descalzos en la hierba. Esa tarde estuve diciéndole lo primero que me pasaba por la cabeza, vendiéndole mis planes de llevarla de excursión, y la chica se mostraba asustada y encantada a la vez. Yo al principio estaba muy exaltado, y todas esas cosas las dije de corazón. Sólo me importaba lo feliz y a gusto que me sentía a su lado, sin pensar ni un momento en el futuro. Pero luego, cuando vinieron sus tres hermanos mayores, fuertes como toros, me llevé un susto tremendo y me pareció que tenía que poner pies en polvorosa si no quería verme obligado a tomarla por esposa.
Cuando me encontré con ese anciano llamado Fugui[2], acababa de llegar el verano. Esa tarde, busqué la sombra de un árbol frondoso. El algodón de los campos ya había sido cosechado, y unas cuantas mujeres con pañuelo en la cabeza estaban arrancando los tallos; el trasero se les movía al sacudir el barro adherido a las raíces. Me quité el sombrero de paja y descolgué la toalla para enjugarme el sudor de la cara. A mi lado había una laguna lanzando destellos bajo el sol. Me senté enfrente, apoyado en el tronco de un árbol. Enseguida me vino sueño, así que me tumbé en la hierba, me cubrí el rostro con el sombrero y, con la mochila a modo de almohada, a la sombra del árbol, cerré los ojos.
Así, con diez años menos que ahora, tumbado entre la hierba y la enramada, dormí durante dos horas. Entretanto, alguna que otra hormiga se me subió a las piernas; pero mis dedos, aun en lo más profundo de mi sueño, las expulsaban con certeros capirotazos.
Más tarde, me pareció que había llegado a la orilla un viejo, impulsando su balsa con una pértiga, y se había puesto a dar voces a lo lejos. Me arranqué del sueño, y oí los gritos con nitidez. Al levantarme, vi junto a los campos a un anciano tratando de convencer a un viejo buey.
El buey de labranza, quizá profundamente cansado, permanecía allí plantado, cabizbajo. Detrás, con la espalda desnuda, el anciano que llevaba el arado parecía descontento de la actitud apática del viejo buey. Le oí decir con voz sonora:
—El buey ara el campo, el perro vigila la casa, el monje mendiga, el gallo anuncia la mañana, y la mujer teje, ¿dónde se ha visto un buey que no are? Así ha sido desde la antigüedad. ¡Vamos! ¡Muévete!
Como si reconociera su error, al oír las voces del anciano, el viejo buey cansado levantó la cabeza y avanzó tirando del arado.
Vi que la espalda del anciano y el lomo del buey eran igual de oscuros; dos existencias que entraban en el crepúsculo, surcando el duro suelo de ese campo, alzando terrones como olas en la superficie del agua. Entonces oí al anciano cantar, con voz cascada pero conmovedora, una canción de los viejos tiempos. Primero tarareó un largo preludio, luego llegaron dos versos de la letra:
Me quiere por yerno el emperador, pero está tan lejos que no pienso ir.
Como estaba lejos, no le apetecía ir a convertirse en yerno del emperador. Al ver al anciano tan presuntuoso, no pude reprimir una carcajada. Quizá porque el buey aminoró el paso, el anciano volvió a gritarle:
—¡Erxi y Youqing, no aprovechéis para holgazanear! ¡Jiazhen y Fengxia, aráis bien! ¡Y tú, Kugen, tampoco lo haces mal!
¿Cómo podía ser que un solo buey tuviera tantos nombres?
Lleno de curiosidad, fui hasta el borde del campo.
—¿Cuántos nombres tiene este buey? —pregunté al anciano, que se aproximaba.
Se detuvo, apoyado en el arado, y me examinó de arriba abajo.
—Eres de la ciudad, ¿no? —preguntó.
—Sí —asentí.
—Lo he visto a la primera —dijo, ufano.
—Bueno, pero ¿cuántos nombres tiene este buey? —dije.
—Se llama Fugui, sólo tiene un nombre —respondió.
—Pues hace un momento ha usado usted varios.
—¡Ah, ya! —dijo el anciano riendo con alegría.
Me hizo señas de que me acercara, con aire misterioso.
Cuando estuve a su lado, abrió la boca para hablar, pero al ver que el buey erguía el testuz se interrumpió para regañarlo.
—¡No andes fisgoneando! ¡Baja la cabeza!
Y efectivamente el buey bajó la cabeza.
—No quiero que sepa que trabaja solo —me contó el anciano en voz baja—. Por eso digo otros nombres, para engañarlo. Así, al oír que hay otros bueyes trabajando, no se me enfada, y además trabaja con más ánimo.
Bajo el sol, el anciano reía lleno de vida. Las arrugas de su rostro renegrido se movían de regocijo, llenas de barro incrustado, entrecruzándose como los senderos que separaban los bancales.
Luego el anciano se sentó bajo el árbol frondoso. En esa tarde saturada de sol, me contó su vida.
那个夏天我还差一点谈情说爱,我遇到了一位赏心悦目的女孩,她黝黑的脸蛋至今还在我眼前闪闪发光。我见到她时,她卷起裤管坐在河边的青草上,摆弄着一根竹竿在照看一群肥硕的鸭子。这个十六七岁的女孩,羞怯地与我共同度过了一个炎热的下午,她每次露出笑容时都要深深地低下头去,我看着她偷偷放下卷起的裤管,又怎样将自己的光脚丫子藏到草丛里去。那个下午我信口开河,向她兜售如何带她外出游玩的计划,这个女孩又惊又喜。我当初情绪激昂,说这些也是真心实意。我只是感到和她在一起身心愉快,也不去考虑以后会是怎样。可是后来,当她三个强壮如牛的哥哥走过来时,我才吓一跳,我感到自己应该逃之夭夭了,否则我就会不得不娶她为妻。
我遇到那位名叫福贵的老人时,是夏天刚刚来到的季节。
那天午后,我走到了一棵有着茂盛树叶的树下,田里的棉花已被收起,几个包着头巾的女人正将棉秆拔出来,她们不时抖动着屁股摔去根须上的泥巴。我摘下草帽,从身后取过毛巾擦起脸上的汗水,身旁是一口在阳光下泛黄的池塘,我就靠着树干面对池塘坐了下来,紧接着我感到自己要睡觉了,就在青草上躺下来,把草帽盖住脸,枕着背包在树荫里闭上了眼睛。
这位比现在年轻十岁的我,躺在树叶和草丛中间,睡了两个小时。其间有几只蚂蚁爬到了我的腿上,我沉睡中的手指依然准确地将它们弹走。后来仿佛是来到了水边,一位老人撑着竹筏在远处响亮地吆喝。我从睡梦里挣脱而出,吆喝声在现实里清晰地传来,我起身后,看到近旁田里一个老人正在开导一头老牛。
犁田的老牛或许已经深感疲倦,它低头伫立在那里,后面赤裸着脊背扶犁的老人,对老牛的消极态度似乎不满,我听到他嗓音响亮地对牛说道:
“做牛耕田,做狗看家,做和尚化缘,做鸡报晓,做女人织布,哪只牛不耕田?这可是自古就有的道理,走呀,走呀。”
疲倦的老牛听到老人的吆喝后,仿佛知错般地抬起了头,拉着犁往前走去。
我看到老人的脊背和牛背一样黝黑,两个进入垂暮的生命将那块古板的田地耕得哗哗翻动,犹如水面上掀起的波浪。
随后,我听到老人粗哑却令人感动的嗓音,他唱起了旧日的歌谣,先是口依呀啦呀唱出长长的引子,接着出现两句歌词——
皇帝招我做女婿,路远迢迢我不去。
因为路途遥远,不愿去做皇帝的女婿。老人的自鸣得意让我失声而笑。可能是牛放慢了脚步,老人又吆喝起来:
“二喜,有庆不要偷懒;家珍,凤霞耕得好;苦根也行啊。”
一头牛竟会有这么多名字?我好奇地走到田边,问走近的老人:
“这牛有多少名字?”
老人扶住犁站下来,他将我上下打量一番后问:
“你是城里人吧?”
“是的。”我点点头。
老人得意起来,“我一眼就看出来了。”
我说:“这牛究竟有多少名字?”
老人回答:“这牛叫福贵,就一个名字。”
“可你刚才叫了几个名字。”
“噢——”老人高兴地笑起来,他神秘地向我招招手,当我凑过去时,他欲说又止,他看到牛正抬着头,就训斥它:
“你别偷听,把头低下。”
牛果然低下了头,这时老人悄声对我说:
“我怕它知道只有自己在耕田,就多叫出几个名字去骗它,它听到还有别的牛也在耕田,就不会不高兴,耕田也就起劲啦。”
老人黝黑的脸在阳光里笑得十分生动,脸上的皱纹欢乐地游动着,里面镶满了泥土,就如布满田间的小道。
这位老人后来和我一起坐在了那棵茂盛的树下,在那个充满阳光的下午,他向我讲述了自己。
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