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La Veridica Historia De A Q (VI. De la rehabilitación a la decadencia)

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发表于 2022-3-4 00:46:26 | 显示全部楼层 |阅读模式
VI. De la rehabilitación a la decadencia
Weichuang no volvió a ver a A Q hasta después de la Fiesta Lunar de ese año. Todos se sorprendieron al saber la noticia de su regreso y haciendo memoria se preguntaron dónde habría pasado aquellos días. Las pocas veces que habría ido a la ciudad, A Q siempre lo había anunciado con anticipación y gran entusiasmo; pero como esta vez no lo había hecho, nadie se dio cuenta de su viaje. Tal vez se lo hubiera dicho al viejo que cuidaba el Templo de los Dioses Tutelares, pero, según la costumbre de Weichuang, sólo se consideraba importante el viaje a la ciudad del señor Chao, del señor Chian o del bachiller. Ni siquiera se comentaba el viaje de Falso Demonio Extranjero; mucho menos el de A Q. Esto puede explicar por qué el viejo no había hecho circular la noticia, de lo que resultó que la sociedad de Weichuang no tuvo medios de saberlo.
Pero el regreso de A Q fue aquella vez muy diferente de las anteriores y, en realidad, digno de causar verdadero asombro. Estaba obscureciendo cuando apareció, pestañeando, soñoliento, ante la puerta de la taberna. Caminó hasta el mostrador, sacó un puñado de monedas de plata y cobre de su cinto y las desparramó diciendo:
—Al contado; ¡trae vino!
Llevaba una chaqueta nueva forrada y, evidentemente, una alforja pendía de su cinto, puesto que el peso curvaba el cinturón en un ángulo agudo. Según la costumbre de Weichuang, cuando parecía haber algo desacostumbrado en alguien, más valía tratarlo con respeto que con desprecio; y ahora, aunque sabían muy bien que se trataba de A Q, éste parecía diferente del A Q de la chaqueta rota. Los antiguos dicen: «Se encontrará un nuevo motivo de admiración en el hombre a quien no se ve desde hace tres días»; de modo que el mozo, el tabernero, los parroquianos y los transeúntes, todos expresaron una natural sorpresa con mezcla de respeto. El tabernero fue el primero en saludar con la cabeza y decir:
—Hola, A Q, ¿de modo que has vuelto? —Si., he vuelto.
—¡Has ganado dinero!... ¿Dónde? —Estuve en la ciudad.
Al día siguiente la noticia se había difundido en Weichuang. Todo el mundo quería conocer la historia de la rehabilitación de A Q, el hombre del dinero contante y de la nueva chaqueta forrada. En la taberna, en la casa de té, bajo el portal del templo, los al-deanos se fueron enterando poco a poco de la noticia. Resultó que comenzaron a mostrar nueva deferencia por A Q.
Según contaba A Q, había estado sirviendo en casa de un licenciado del examen provincial. Todos los que oían esa parte de la historia se quedaban boquiabiertos. Este licenciado del examen provincial se llamaba Bai, pero como era el único licenciado en toda la ciudad, no era necesario usar su apellido; y cuando se hablaba del licenciado del examen provincial, todos sabían que se trataba de él. Esto ocurría no sólo en Weichuang, sino en todas partes en cincuenta kilómetros a la redonda, y así casi todo el mundo creía que su nombre era Señor Licenciado del Examen Provincial. Haber trabajado en una casa como la de este ciudadano, naturalmente, infundía respeto; pero según posteriores declaraciones de A Q, éste no había querido seguir trabajando allí porque este licenciado de examen provincial era en realidad un «hijo de perra» superlativo. Todos los que oían esa parte de la historia suspiraban, pero al mismo tiempo se sentían contentos porque demostraba que A Q realmente no era apto para trabajar en la casa del licenciado del examen provincial; pero no trabajar allí era una lástima.
De acuerdo con A Q, su regreso se debía también a que no estaba contento con la gente de la ciudad, porque a un banco largo lo llamaban banco luengo y usaban chalote picado para el pescado frito; agréguese a esto el defecto, que él había descubierto recien-temente, de que las mujeres no se meneaban de manera satisfactoria al caminar. Sin embargo la ciudad tenía también algunas buenas cosas que él admiraba francamente: por ejemplo, en tanto que los aldeanos de Weichuang jugaban con 32 palos y sólo Falso De-monio Extranjero era capaz de jugar al mayong, en la ciudad, hasta los pilluelos de la calle eran campeones en el juego. Si Falso Demonio Extranjero caía en manos de estos jóvenes bribones, se convertiría inmediatamente en un «pequeño demonio delante del rey de los infiernos». Esta parte de la historia hacía enrojecer a todos.
—¿Han visto ustedes una decapitación? —preguntaba A Q—. ¡Ah, es un hermoso espectáculo!... ¡Cuando ejecutan a los revolucionarios!... ¡Ah, es un hermoso, hermoso espectáculo!...
Sacudió la cabeza y lanzó un salivazo sobre la cara de Chao Si-chen, que estaba al frente. Esta parte de la historia hacía temblar a todos. Pero A Q, mirando alrededor, súbitamente alzó la mano derecha y la dejó caer sobre el cuello de Bigotes Wang, quien con la cabeza hacia adelante, escuchaba en éxtasis y gritó:
—¡Mata!
Bigotes Wang dio un respingo, sorprendido, al tiempo que retiraba su cabeza tan rápido como el rayo o la chispa del pedernal, mientras el auditorio se estremecía de agradable aprensión. Después de esto Bigotes Wang anduvo estupefacto durante varios días y no se atrevió a acercarse a A Q; y lo mismo les pasaba a los demás.
Aunque no podemos decir que la situación de A Q fuera entonces superior a la del señor Chao ante los habitantes de Weichuang, podemos sin embargo admitir que era casi la misma, sin temor a equivocación.
La fama de A Q no tardó en alcanzar también a los círculos femeninos de Weichuang, aunque las dos únicas familias de ciertas pretensiones eran las de Chian y Chao, y los nueve décimos del resto eran pobres; sin embargo las habitantes femeninas eran las habitantes femeninas y la propagación de la fama de A Q en ellas fue cosa de milagro. Cuando las mujeres se encontraban se decían: —La Séptima Cuñada Zou compró una falda de seda azul a A Q, y si bien era usada, sólo le costó noventa centavos; y la madre de Chao Bai-yan (esto debe ser verificado porque algunos dicen que se trataba de la madre de Chao Si-chen) también compró un traje de calicó importado, para niño, de color rojo, poco gastado, por sólo trescientas sapecas, menos el ocho por ciento de descuento—. Y entonces querían ver a A Q con impaciencia: las que no tenían falda de seda y querían comprarle una y las que necesitaban traje de calicó extranjero; de modo que no sólo dejaron de evitar a A Q, sino que a veces cuando éste pasaba de largo, lo seguían, llamándolo y preguntándole: —¿Tienes alguna otra falda de seda? ¿No? También necesitamos un traje de calicó, ¿te queda?
Luego, estas noticias se difundieron de los hogares pobres a los más ricos, porque la Séptima Cuñada Zou estaba tan contenta con su falda de seda que se la llevó a la señora Chao para que ésta le diera su visto bueno y la señora Chao se lo contó al señor Chao con palabras muy entusiastas.
El señor Chao discutió el asunto esa tarde, a la hora de la comida, con su hijo el bachiller, sugiriendo que realmente ocurría algo extraño en relación a A Q y que debían tener más cuidado con sus puertas y ventanas. Pero no sabían si a A Q le quedaba alguna mercadería y pensaron que tal vez tuviese algo bueno en reserva. Agréguese a ello el hecho de que la señora Chao necesitaba en aquel momento un chaleco de piel, bueno y barato. Por tanto en consejo de familia se decidió que la Séptima Cuñada Zou buscara inmediatamente a A Q y lo trajera a casa; y en esto se hizo una tercera excepción a la re-gla, permitiendo que se encendiera la lámpara esa tarde.
La lámpara había consumido una buena cantidad de petróleo, y A Q no aparecía. Toda la familia Chao bostezaba en su impaciencia, algunos muy enojados por los modales de vagabundo de A Q, otros quejosos con la Séptima Cuñada Zou por no haber cumplido bien con el encargo. La señora Chao temía que A Q no se atreviera a volver a causa de lo resuelto en la primavera anterior, pero el señor Chao creía que no valía la pena preocuparse por eso, porque, como él decía, «ahora soy yo quien lo manda a buscar». Y en verdad el señor Chao demostró poseer bastante poder, pues A Q llegó finalmente, acompañado de la Séptima Cuñada Zou.
—Dice que no le queda nada y cuando le dije que viniera a decírselo a usted, seguía repitiendo lo mismo. Y yo le dije... —decía la Séptima Cuñada Zou, jadeante al entrar.
—¡Señor! —dijo A Q, esbozando una sonrisa y deteniéndose bajo el alero.
—He oído decir que te has convertido en un hombre rico en otros lugares —dijo el señor Chao, aproximándose a él y examinándolo cuidadosamente—. Eso está muy bien, muy bien. Ahora... me han contado que tienes algunas cosas viejas... Tráelas todas para que las veamos... Esto es, porque simplemente deseo...
—Ya le dije a la Séptima Cuñada Zou que no me queda nada.
—¿No te queda nada? —el señor Chao no pudo evitar mostrarse desilusionado—. ¿Cómo pudiste venderlo todo tan pronto?
—Eran de un amigo y no eran muchas. La gente compró...
—Pero debe de quedar algo.
—Sólo me queda una cortina.
—Entonces trae esa cortina para que la veamos —dijo la señora Chao apresuradamente.
—Bueno, tráela mañana —dijo el señor Chao sin mucho entusiasmo—. Más adelante, cuando tengas algo que vender, debes traérnoslo a nosotros antes que a nadie, para que lo examinemos...
—Por cierto que no pagaremos menos que otros —dijo el bachiller. Su esposa miró apresuradamente el rostro de A Q para ver si éste se emocionaba. —Necesito un chaleco de piel —agregó la señora Chao.
Aunque A Q dijo que estaba bien, se retiró con tal indiferencia que nadie pudo decir si tomaba su compromiso en serio o no. El señor Chao se sintió tan desilusionado, enfadado y preocupado que hasta dejó de bostezar. El bachiller también estaba muy lejos de sentirse satisfecho con la actitud de A Q y dijo:
—Habría que ponerse en guardia contra este huevo de tortuga. Quizás fuese mejor ordenar al alcalde que no le permitiera vivir en Weichuang.
Pero el señor Chao no se mostró de acuerdo y dijo que eso podía acarrear resentimientos, agregando que, en negocios como los de A Q, «el águila no hace presa en lo que tiene en su propio nido»; de modo que su propia aldea no tenía de qué preocuparse y que bastaba con mantener mayor vigilancia por la noche. El bachiller se impresionó mucho con la «lección paterna» e inmediatamente retiró su sugerencia de expulsar a A Q, advirtiendo a la Séptima Cuñada Zou que no repitiera sus palabras a nadie.
Sin embargo, al día siguiente, la Séptima Cuñada Zou llevó su falda azul a que la tiñeran de negro y difundió sospechas sobre A Q, si bien no mencionó las palabras del bachiller en el sentido de expulsarlo de la aldea. Pero aun así, causó mucho daño a A Q. En primer lugar, el alcalde se presentó en su casa y se llevó la cortina y, aunque A Q alegó que la señora Chao quería examinarla, el alcalde se negó a devolverla y hasta exigió un pago mensual en dinero para guardar silencio. En segundo lugar, se perdió súbitamente el respeto de los aldeanos hacia su persona y, aunque no se atrevían todavía a tomarse libertades con él, lo evitaban lo más posible; y esta actitud era muy diferente del anterior pánico ante el grito de «iMata!», y más bien se parecía a la actitud de los an-tiguos hacia los espíritus: «mantener una respetuosa distancia».
Pero algunos holgazanes querían ir al fondo del asunto y comenzaron a interrogar a A Q sobre los detalles. Y éste no trató de ocultar nada, sino que les reveló orgullosamente sus experiencias. Supieron así que A Q no había sido más que un insignificante personaje, no sólo incapaz de escalar una muralla, sino también de penetrar por las aberturas, quedándose simplemente afuera para recibir las cosas robadas.
Una noche, había recibido un paquete mientras el jefe volvía a penetrar en el interior, cuando se oyó un gran tumulto, y A Q movió las piernas tan rápido como pudo. Huyó de la ciudad aquella misma noche, escapando hacia Weichuang; y después de eso no se había atrevido a volver a su negocio. Sin embargo, esta historia probó ser aún más dañina para A Q porque los aldeanos habían «mantenido una respetuosa distancia» para no incurrir en su enemistad; pero ¿quién iba a imaginarse que se trataba de un simple ratero que no se atrevía a volver a robar? Por lo tanto, era «demasiado ruin para inspirar temor».
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 楼主| 发表于 2022-3-4 01:44:08 | 显示全部楼层
第6章 从中兴到末路
在未庄再看见阿Q出现的时候,是刚过了这年的中秋。人们都惊异,说是阿Q回来了,于是又回上去想道,他先前那里去了呢?阿Q前几回的上城,大抵早就兴高采烈的对人说,但这一次却并不,所以也没有一个人留心到。他或者也曾告诉过管土谷祠的老头子,然而未庄老例,只有赵太爷钱太爷和秀才大爷上城才算一件事。假洋鬼子尚且不足数,何况是阿Q:因此老头子也就不替他宣传,而未庄的社会上也就无从知道了。

    但阿Q这回的回来,却与先前大不同,确乎很值得惊异。天色将黑,他睡眼蒙胧的在酒店门前出现了,他走近柜台,从腰间伸出手来,满把是银的和铜的,在柜上一扔说,"现钱!打酒来!"穿的是新夹袄,看去腰间还挂着一个大搭连,沉钿钿的将裤带坠成了很弯很弯的弧线。未庄老例,看见略有些醒目的人物,是与其慢也宁敬的,现在虽然明知道是阿Q,但因为和破夹袄的阿Q有些两样了,古人云,"士别三日便当刮目相待"㈥,所以堂倌,掌柜,酒客,路人,便自然显出一种凝而且敬的形态来。掌柜既先之以点头,又继之以谈话:

    "豁,阿Q,你回来了!"

    "回来了。"

    "发财发财,你是——在……"

    "上城去了!"

    这一件新闻,第二天便传遍了全未庄。人人都愿意知道现钱和新夹袄的阿Q的中兴史,所以在酒店里,茶馆里,庙檐下,便渐渐的探听出来了。这结果,是阿Q得了新敬畏。

    据阿Q说,他是在举人老爷家里帮忙。这一节,听的人都肃然了。这老爷本姓白,但因为合城里只有他一个举人,所以不必再冠姓,说起举人来就是他。这也不独在未庄是如此,便是一百里方圆之内也都如此,人们几乎多以为他的姓名就叫举人老爷的了。在这人的府上帮忙,那当然是可敬的。但据阿Q又说,他却不高兴再帮忙了,因为这举人老爷实在太"妈妈的"了。这一节,听的人都叹息而且快意,因为阿Q本不配在举人老爷家里帮忙,而不帮忙是可惜的。


    据阿Q说,他的回来,似乎也由于不满意城里人,这就在他们将长凳称为条凳,而且煎鱼用葱丝,加以最近观察所得的缺点,是女人的走路也扭得不很好。然而也偶有大可佩服的地方,即如未庄的乡下人不过打三十二张的竹牌㈦,只有假洋鬼子能够叉"麻酱",城里却连小乌龟子都叉得精熟的。什么假洋鬼子,只要放在城里的十几岁的小乌龟子的手里,也就立刻是"小鬼见阎王"。这一节,听的人都赧然了。

    "你们可看见过杀头么?"阿Q说,"咳,好看。杀革命党。唉,好看好看,……"他摇摇头,将唾沫飞在正对面的赵司晨的脸上。这一节,听的人都凛然了。但阿Q又四面一看,忽然扬起右手,照着伸长脖子听得出神的王胡的后项窝上直劈下去道:

    "嚓!"

    王胡惊得一跳,同时电光石火似的赶快缩了头,而听的人又都悚然而且欣然了。从此王胡瘟头瘟脑的许多日,并且再不敢走近阿Q的身边;别的人也一样。

    阿Q这时在未庄人眼睛里的地位,虽不敢说超过赵太爷,但谓之差不多,大约也就没有什么语病的了。

    然而不多久,这阿Q的大名忽又传遍了未庄的闺中。虽然未庄只有钱赵两姓是大屋,此外十之九都是浅闺,但闺中究竟是闺中,所以也算得一件神异。女人们见面时一定说,邹七嫂在阿Q那里买了一条蓝绸裙,旧固然是旧的,但只化了九角钱。还有赵白眼的母亲,——一说是赵司晨的母亲,待考,——也买了一件孩子穿的大红洋纱衫,七成新,只用三百大钱九二串㈧。于是伊们都眼巴巴的想见阿Q,缺绸裙的想问他买绸裙,要洋纱衫的想问他买洋纱衫,不但见了不逃避,有时阿Q已经走过了,也还要追上去叫住他,问道:

    "阿Q,你还有绸裙么?没有?纱衫也要的,有罢?"

    后来这终于从浅闺传进深闺里去了。因为邹七嫂得意之余,将伊的绸裙请赵太太去鉴赏,赵太太又告诉了赵太爷而且着实恭维了一番。赵太爷便在晚饭桌上,和秀才大爷讨论,以为阿Q实在有些古怪,我们门窗应该小心些;但他的东西,不知道可还有什么可买,也许有点好东西罢。加以赵太太也正想买一件价廉物美的皮背心。于是家族决议,便托邹七嫂即刻去寻阿Q,而且为此新辟了第三种的例外:这晚上也姑且特准点油灯。

    油灯干了不少了,阿Q还不到。赵府的全眷都很焦急,打着呵欠,或恨阿Q太飘忽,或怨邹七嫂不上紧。赵太太还怕他因为春天的条件不敢来,而赵太爷以为不足虑:因为这是"我"去叫他的。果然,到底赵太爷有见识,阿Q终于跟着邹七嫂进来了。

    "他只说没有没有,我说你自己当面说去,他还要说,我说……"邹七嫂气喘吁吁的走着说。

    "太爷!"阿Q似笑非笑的叫了一声,在檐下站住了。

    "阿Q,听说你在外面发财,"赵太爷踱开去,眼睛打量着他的全身,一面说。"那很好,那很好的。这个,……听说你有些旧东西,……可以都拿来看一看,……这也并不是别的,因为我倒要……"

    "我对邹七嫂说过了。都完了。"

    "完了?"赵太爷不觉失声的说,"那里会完得这样快呢?"

    "那是朋友的,本来不多。他们买了些,……"

    "总该还有一点罢。"

    "现在,只剩了一张门幕了。"

    "就拿门幕来看看罢。"赵太太慌忙说。

    "那么,明天拿来就是,"赵太爷却不甚热心了。"阿Q,你以后有什么东西的时候,你尽先送来给我们看,……"

    "价钱决不会比别家出得少!"秀才说。秀才娘子忙一瞥阿Q的脸,看他感动了没有。

    "我要一件皮背心。"赵太太说。

    阿Q虽然答应着,却懒洋洋的出去了,也不知道他是否放在心上。这使赵太爷很失望,气愤而且担心,至于停止了打呵欠。秀才对于阿Q的态度也很不平,于是说,这忘八蛋要提防,或者不如吩咐地保,不许他住在未庄。但赵太爷以为不然,说这也怕要结怨,况且做这路生意的大概是"老鹰不吃窝下食",本村倒不必担心的;只要自己夜里警醒点就是了。秀才听了这"庭训"㈨,非常之以为然,便即刻撤消了驱逐阿Q的提议,而且叮嘱邹七嫂,请伊千万不要向人提起这一段话。

    但第二日,邹七嫂便将那蓝裙去染了皂,又将阿Q可疑之点传扬出去了,可是确没有提起秀才要驱逐他这一节。然而这已经于阿Q很不利。最先,地保寻上门了,取了他的门幕去,阿Q说是赵太太要看的,而地保也不还并且要议定每月的孝敬钱。其次,是村人对于他的敬畏忽而变相了,虽然还不敢来放肆,却很有远避的神情,而这神情和先前的防他来"嚓"的时候又不同,颇混着"敬而远之"的分子了。

    只有一班闲人们却还要寻根究底的去探阿Q的底细。阿Q也并不讳饰,傲然的说出他的经验来。从此他们才知道,他不过是一个小脚色,不但不能上墙,并且不能进洞,只站在洞外接东西。有一夜,他刚才接到一个包,正手再进去,不一会,只听得里面大嚷起来,他便赶紧跑,连夜爬出城,逃回未庄来了,从此不敢再去做。然而这故事却于阿Q更不利,村人对于阿Q的"敬而远之"者,本因为怕结怨,谁料他不过是一个不敢再偷的偷儿呢?这实在是"斯亦不足畏也矣"㈩。
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