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CAPÍTULO 2-(5)第二回 王教头私走延安府 九纹龙大闹史家村(5)

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发表于 2019-12-15 12:37:30 | 显示全部楼层 |阅读模式
CAPÍTULO 2-(5)第二回 王教头私走延安府 九纹龙大闹史家村(5)
El instructor de armas Wang viaja en secreto a la prefectura de Yan'an;
Shi Jin Nueve Dragones causa un pandemónium en la Aldea de la Familia Shi

Más bien hablemos del instructor de armas Wang Jin y de su madre. No comieron ni bebieron más que cuando el hambre y la sed los obligaron a ello; fueron deteniéndose en la noche, y volviendo a viajar al alba. Cierto día, hacia el anochecer, luego de más de un mes de camino, Wangjin, que iba detrás del caballo que su madre montaba, cargando al hombro la pesada pértiga, dijo:
—El Cielo ha sido misericordioso. Hemos escapado al peligro que como una red cubría cielo y tierra. No estamos lejos de la prefectura de Yan'an. Aun si el mariscal Gao manda hombres a arrestarme, no podrán atraparnos ya.  
En su júbilo, madre e hijo habían pasado frente a una posada sin advertirla. Ya no había aldea alguna a la vista. Se les hizo larde, no supieron dónde pasar la noche. En ese momento vieron brillar una luz en un bosquecillo distante.
—Allí está la solución—dijo Wang Jin—. Iremos allí. Podemos disculparnos por molestarlos, y preguntarles por un lugar donde pasar la noche, y seguir adelante por la mañana.
Entrando al bosquecillo, encontraron una gran propiedad rodeada por un muro de tierra. Bordeaban la parte exterior del muro doscientos o trescientos grandes sauces. Wang Jin tocó la puerta un largo rato. Cuando al final salió un sirviente, el instructor de armas bajó su carga y lo saludó.
—¿Qué quiere?—preguntó el hombre.
—Para decir la verdad—dijo Wang Jin—,mi madre y yo tratamos de recorrer demasiado trecho y nos hemos pasado un hospedaje. Parece no haber posada o aldeas por los alrededores. Esperamos que nos pueda alojar por esta noche. Nos iremos mañana por la mañana. Nos gustaría pagar lo que sea costumbre por el alojamiento. Por favor, permítanos abusar de su gentileza.
—Espere un momento—dijo el sirviente—.Preguntaré al señor. Si él está de acuerdo, entonces pueden pasar.
—Disculpe la molestia, hermano.
En breve el hombre volvió y dijo:
—Mi amo ordena que entren.
Wang Jin ayudó a su madre a desmontar. Cargando su pértiga y conduciendo su caballo, siguió al sirviente hasta una era. Allí bajó su carga y ató el caballo a un sauce. Madre e hijo llegaron a un zaguán con techo de paja, donde el señor los estaba esperando.
Era un hombre de más de sesenta años. Sus cabellos y su barba eran blancos. Tenía puesta una capucha y una túnica recta amarrada a la cintura por una faja de seda negra. Calzaba botas de cuero color canela.
Wang Jin se hincó de rodillas respetuosamente.
―Eso no es necesario—se apresuró a decir el anciano—. Ustedes son viajeros que han estado expuestos a los elementos, por favor, tomen asiento.
Madre e hijo hicieron sus saludos ceremoniales y se sentaron.
―¿De dónde son?—preguntó el anciano—. ¿Por qué han llegado aquí tan tarde?
—Su humilde servidor se llama Zhang —dijo Wangjin—. Vivimos en la capital. Por haber agotado nuestro dinero y no poder seguir conduciendo nuestro negocio, nos dirigimos donde nuestros parientes en la prefectura de Yan’an. Hoy en el camino estábamos demasiado impacientes por avanzar y nos pasamos una posada. Si nos permite pasar la noche aquí, nos iremos en la mañana, y le pagaremos lo acostumbrado.
—Ciertamente. ¿Quién carga con su alojamiento cuando viaja? ¿Supongo que usted y su madre no han comido? — El señor ordenó a su sirviente traer comida.
Poco después fue puesta una mesa en el zaguán y el sirviente entró con una bandeja que tenía cuatro platos de verdura y uno de carne de res. Los puso en la mesa y calentó un vino, que fue servido primero.
—En esta región, nuestro alimento no es muy condimentado—explicó el anciano—. Espero que nos disculpen.
Wang Jin se levantó y le agradeció.
—Le estamos produciendo demasiados problemas. No sabemos cómo retribuirle.
—No hay necesidad de hablar así—protestó el anciano—. Bebamos.
En respuesta a su insistencia, Wang Jin y su madre apuraron seis o siete copas de vino. Luego fue servida la cena y comieron. Después de haber vaciado los tazones y los platos, el anciano se puso de pie y los condujo al cuarto de huéspedes.
—¿Puedo molestarlo para que haga ver si el caballo que montó mi madre está en el establo y ha sido alimentado? —dijo Wang Jin—. Por supuesto que pagaremos.―Eso es fácil—respondió el anfitrión—. Tenemos aquí muías y caballos. Le diré al sirviente que ponga su caballo en nuestro establo y que lo alimente junto con los otros animales.
Wang Jin se lo agradeció, levantó su pértiga y cargó sus pertenendas hasta el cuarto de huéspedes. Un criado prendió una lámpara y trajo agua caliente para que los viajeros pudieran lavarse los pies. El anciano volvió a sus aposentos, Wang Jin y su madre agradecieron al criado, cerraron la puerta y se acostaron.

且说王教头子母二人自离了东京,免不得饥餐渴饮,夜住晓行。在路一月有余。忽一日,天色将晚,王进挑着担儿跟在娘的马后,口里与母亲说道:“天可怜见!惭愧了我子母两个脱了这天罗地网之厄!此去延安府不远了,高太尉便要差人拿我也拿不着了!”子母二人欢喜,在路上不觉错过了宿头,“走了这一晚,不遇着一处村坊,那里去投宿是好?”正没理会处,只见远远地林子里闪出一道灯光来。王进看了,道:“好了!遮莫去那里陪个小心,借宿一宵,明日早行。”当时转入林子里来看时,却是一所大庄院,一周遭都是土墙,墙外却有二三百株大柳树。王教头来到庄前,敲门多时,只见一个庄客出来。王进放下担儿,与他施礼。庄客道:“来俺庄上有甚事?”王进答道:“实不相瞒,小人子母二人贪行了些路程,错过了宿店,来到这里,前不巴村,后不巴店,欲投贵庄借宿一宵,明日早行。依例拜纳房金。万望周全方便!”庄客答道:“既是如此,且等一等,待我去问庄主太公,肯时,但歇不妨。”王进又道:“大哥方便。”庄客入去多时,出来说道:“庄主太公教你两个入来。”王进请娘下了马。王进挑着担儿,就牵了马,随庄客到里面打麦场上,歇下担儿,把马拴在柳树上。子母二人,直到草堂上来见太公。
那太公年近六旬之上,须发皆白,头戴遮尘暖帽,身穿直缝宽衫,腰系皂丝绦,足穿熟皮靴。王进见了便拜。太公连忙道:“客人休拜!你们是行路的人,辛苦风霜,且坐一坐。”王进子母二人叙礼罢,都坐定。太公问道:“你们是那里来的?如何昏晚到此?”王进答道:“小人姓张,原是京师人。今来消折了本钱,无可营用,要去延安府投奔亲眷。不想今日路上贪行了程途,错过了宿店。欲投贵庄假宿一宵,来日早行。房金依例拜纳。”太公道:“不妨。如今世上人那个顶着房屋走哩!你子母二位敢未打火?”叫庄客安排饭来。
没多时,就厅上放开条桌子。庄客托出一桶盘,四样菜蔬,一盘牛肉,铺放桌上,先烫酒来筛下。太公道:“村落中无甚相待,休得见怪。”王进起身谢道:“小人子母无故相扰,此恩难报。”太公道:“休这般说,且请吃酒。"一面劝了五七杯酒,搬岀饭来,二人吃了,收拾碗碟,太公起身引王进子母到客房里安歇。王进告道:“小人母亲骑的头口,相烦寄养,草料望乞应付,一并拜酬。”太公道:“这个不妨。我家也有头口骡马,教庄客牵出后槽,一发喂养。”王进谢了,挑那担儿到客房里来。庄客点上灯火,一面提汤来洗了脚。太公自回里面去了。王进子母二人谢了庄客,掩上房门,收拾歇息。

Let us speak rather of Arms Instructor Wang Jin and his mother. They ate and drank only when hunger and thirst compelled them, stopping at night and travelling on again at dawn. One day towards evening, after more than a month on the road, Wang Jin, who was carrying a laden shoulder-pole behind the horse his mother was riding, said: “Heaven has been merciful. We've escaped the danger that was spread like a net over earth and sky. We're not far from Yan'an Prefecture, Even if Marshal Gao sent men to arrest me, they couldn't catch us now.”
Mother and son, rejoicing, passed an inn without noticing it. There was no village in sight now. Although it was late, they didn't know where they could spend the night. Just then, they observed a lamp gleaming in a distant grove.
“There's the answer,” said Wang Jin. “We'll go there. We can apologize for disturbing them, ask for a place to spend the night, and go on again in the morning.”
Entering the grove, they found a large manor enclosed by an earthen wall. Around the outside of the wall were two or three hundred big willows. Wang Jin knocked on the gate a long time. Finally, a vassal came out. The arms instructor set down his load and greeted him.
“What do you want?” the man asked.
“To tell you the truth,” said Wang Jin, “my mother and I tried to cover too much ground and we passed an inn. There doesn't seem to be any inns or villages around here. We hope you can put us up for the night. We'll leave tomorrow morning. We'd be glad to pay whatever is customary for lodgings. Please let us impose on your kindness.”
“Wait a bit,” said the vassal. “I'll ask the squire. If he agrees, you can come in.”
“Sorry to trouble you, brother.”
Before long the man returned and said: “My master bids you both to enter.”
Wang Jin helped his mother dismount. Carrying his shoulder-pole and leading the horse, he followed the vassal to a threshing-ground. There he set down his burden and tied the horse to a willow tree. Mother and son went to a hall roofed with thatch. The squire was waiting for them.
He was a man over sixty. His hair and beard were white. He wore a hood and a straight-cut loose-fitting gown, tied at the waist by a black silk sash. His feet were shod in tanned leather boots.
Wang Jin kowtowed respectfully.
“That's not necessary,” the old man said hastily. “You're travellers who've been exposed to the elements. Please be seated.”
Mother and son completed their ceremonial greetings and sat down.
“Where are you from?” asked the squire. “Why have you come here so late in the day?”
“Your humble servant is called Zhang,” said Wang Jin. “We live in the capital. Because we've used up our money and cannot carry on our business, we're going to Yanan Prefecture to join some relatives. On the road today we were too eager to press on, and passed an inn without noticing it. If you'll permit us to spend the night here we'll leave in the morning and pay whatever is customary for accommodations.”
“Certainly. Who carries his lodgings with him when he travels? I don't suppose you and your mother have eaten?” The squire told his vassal to bring food.
Soon a table was set up in the hall and the vassal came in with a tray bearing four vegetable dishes and one of beef. He set these on the table and heated some wine which he served first.
“Our fare is crude here in the country,” said the squire. “I hope you'll forgive us.”
Wang Jin rose and thanked him. “We're putting you to too much trouble. We don't know how to repay you.”
“No need to talk like that,” said the squire. “Let us drink.”
In response to his urging Wang Jin and his mother downed six or seven cups of wine. Then the food was served and they ate. After the bowls and dishes had been cleared away the squire rose and led them to a guest-room.
“Could I trouble you to see to it that the horse my mother rode is stabled and fed?” said Wang Jin. “Of course we'll pay.”
“That's easy,” the squire replied. “We have horses and mules here. I'll tell a vassal to put your horse in our stable and feed it with the other animals.”
Wang Jin thanked him, raised his shoulder-pole and carried his belongings into the guest-room. A vassal lit a lamp and brought in hot water so that the travellers could wash their feet. The squire returned to his own quarters. Wang Jin and his mother thanked the servant, closed the door and retired.


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