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CAPITULO 1-(6)第一回 张天师祈禳瘟疫 洪太尉误走妖魔(6)

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发表于 2019-12-14 23:10:17 | 显示全部楼层 |阅读模式

水浒传
A LA ORILLA DEL AGUA
CAPITULO 1-(6)第一回 张天师祈禳瘟疫 洪太尉误走妖魔(6)

El abad tuvo miedo a la influencia del mariscal Hong, y no le quedó sino ordenar a unos sacerdotes herreros retirar los sellos y romper el candado. Luego abrieron la puerta y todos entraron al salón, donde reinaba la tiniebla. El mariscal pidió una docena de antorchas, y cuando le llegaron pudo ver el salón vacío, salvo por una lápida de piedra que había en su centro. Tenía unos seis pies de alto, y estaba colocada sobre una tortuga de piedra que se hundía a medias en el húmedo piso de tierra. Hong mandó acercar las antorchas a la lápida, y pudo ver en su parte delantera escrituras de dragones y fénix, y símbolos y signos místicos que nadie pudo descifrar. Luego miró la parte posterior, donde estaba escrito, en cuatro palabras, "Abrir cuando llegue Hong".
Aquello deleitó al mariscal.
―Intentaron detenerme—le dijo al abad—.Pero aquí está mi nombre, escrito hace cientos de años."Abrir cuando llegue Hong". La cosa está clarísima. ¿Qué de malo tiene que eche una mirada? Pienso que los demonios están precisamente debajo de esta piedra. Que vengan unos cuantos hombres más con picos y palas, y que la retiren.
El abad estaba horrorizado.
—No podemos hacer eso, mariscal; puede ocurrir algo terrible. ¡Es peligroso!
—¡Pero qué sabe usted!—gritó el mariscal enfurecido—. En la lápida dice claramente que se puede abrir cuando yo llegue. ¿Cómo se atreve a impedírmelo? Traiga a esos hombres.
Cuatro o cinco veces el abad le suplicó:
―Nada bueno puede salir de allí—. Pero el mariscal no quiso oír. Entonces citaron a los trabajadores. Luego de un largo y extenuante esfuerzo derribaron la tableta y arrancaron la tortuga de piedra del piso.
Luego empezaron a cavar, y a los cuatro pies llegaron a una gran laja de piedra, de unos diez pies cuadrados. El mariscal Hong les ordenó sacarla.
—No debe—le suplicó el abad, pero el mariscal lo ignoró. Cuando los hombres hubieron retirado la laja, apareció una fosa de cien mil metros de profundidad, y se escuchó un estruendo, como de algo que se rasgaba, y de la fosa escapó una nube negra. Se abrió camino a través de media esquina del aposento y se disparó hacia el cielo, donde se astilló en más de cien rayos dorados, lanzados en todas las direcciones.
Todos gritaron aterrados y dejaron caer sus herramientas. Salieron corriendo del salón, derribando a la gente a su paso. El mariscal Hong intentaba en vano recobrar el aliento: su rostro estaba del color de la tierra. Corrió hasta la terraza, donde el abad se estaba lamentando.
—¿Quiénes son esos demonios que escaparon?—preguntó Hong.
―Oh mariscal, usted no lo sabía—gimió el abad—.
En este salón el Maestro del Camino dejó una advertencia escrita. Dice: "Treintaiséis Estrellas de los Espíritus Celestes y Setentaidós Estrellas de los Diablos Terrenales, en total ciento ocho demonios están presos aquí, sujetados por una tableta de piedra que lleva sus nombres, escritos en un alfabeto místico que semeja dragones y fénix. Si se les libera, causarán interminables problemas sobre la tierra." Ahora usted los ha liberado. ¿Qué vamos a hacer?
El mariscal se puso a temblar y rompió a sudar unas gotas frías. Inmediatamente reunió su equipaje, descendió la montaña con sus hombres y se dirigió hacia la capital. El abad y los taoístas los despidieron, y luego volvieron al templo, donde repararon el techo y volvieron a instalar la lápida de piedra. No diremos más acerca de ellos.
Temeroso de que el emperador le hiciera reproches, el mariscal aprovechó el camino de vuelta para pedir a sus hombres que no mendonaran la fuga de los demonios. La jornada pasó sin mayores incidencias, y viajando día y noche llegaron a Bianliang, la capital oriental. Al ingresar a la ciudad fueron informados: "El divino maestro celebró un gran servicio en el Parque Imperial, que duró siete días y siete noches, y en el curso del cual repartió muchos amuletos. Ahora los enfermos están curados y la peste ha desaparecido por completo. El divino maestro se ha despedido del emperador y ha vuelto a la montaña del Dragón y el Tigre, montado en una grulla, por las nubes."
A la mañana siguiente, muy temprano, el mariscal Hong informó al emperador en la corte.
—El divino maestro montó en una grulla y fue por las nubes, y por eso llegó primero—dijo Hong—. Nosotros tuvimos que marchar todo el camino; por eso recién llegamos.
El emperador aprobó su informe, lo recompensó y le ordenó volver a su puesto. Pero no sigamos comentando esto.
El emperador Ren Zong reinó cuarentaidós años, y murió sin dejar un hijo. El trono pasó al hijo del príncipe Yun Rang de Pu'an. Era nieto de Tai Zong, y se le conoce por el título postumo de Ying Zong. Luego de reinar cuatro años, abdicó a favor de su hijo Shen Zong, quien gobernó dieciocho años y entregó el trono a su hijo Zhe Zong. Durante todo este período hubo paz en la tierra, y nada sucedió.
Pero no vayamos tan rápido. Si fuera cierto que nada sucedió, ¿qué contaríamos en este libro? Lector, no se alarme, pues en las páginas que siguen las Treintaiséis Estrellas de los Espíritus Celestes descienden a la tierra y las Setentaidós Estrellas de los Diablos Terrenos aparecen entre los hombres. Los valientes se reúnen en fortines, los héroes se juntan en las ciénagas.¿Por qué? Lea nuestro próximo capítulo y tendrá la respuesta.


真人等惧怕太尉权势,只得唤几个火工道人来,先把封皮揭了,将铁锤打开大锁。众人把门推开,一齐都到殿内,黑洞洞不见一物。太尉教从人取十数个火把点着,将来打一照时,四边并无一物,只中央一个石碣,约高五六尺,下面石龟趺坐,大半陷在泥里。照那石碣上时,前面都是龙章凤篆,天书符箓,人皆不识。照那背后时,却有四个真字大书,凿着“遇洪而开”。洪太尉看了这四个字,大喜,便对真人说道:“你等阻当我,却怎地数百年前已注定我姓字在此?'遇洪而开',分明是教我开,看却何妨?我想这个魔王都只在石碣底下。汝等从人与我多唤几个火工人等将锄头铁锹来掘开。”真人慌忙谏道:“太尉,不可掘动,恐有利害,伤犯于人,不当稳便!”太尉大怒,喝道:“你等道众省得什么!碣上分明凿着遇我而开,你如何阻当?快与我唤人来开!”真人又三回五次禀道:“恐有不好。”太尉那里肯听?只得聚集众人,先把石碣放倒,一齐并力掘那石龟,半日方才掘得起。又掘下去,只有三四尺深,见一片大青石板,方可丈围。洪太尉叫再掘起来。真人又苦禀道:“不可掘动!”太尉那里肯听?众人只得把石板一齐扛起,看时,石板底下,却是一个万丈深浅地穴。只见穴内刮喇喇一声响亮,那响非同小可。响亮过处,只见一道黑气,从穴里滚将起来,掀塌了半个殿角。那道黑气,直冲到半天里,空中散作百十道金光,望四面八方去了。众人吃了一惊,发声喊,撇下锄头铁锹,尽从殿内奔将出来,推倒攧翻无数。惊得洪太尉目瞪口呆,罔知所措,面色如土。奔到廊下,只见真人向前叫苦不迭。(联系QQ,752429345)
太尉问道:“走了的却是什么妖魔?”真人道:“太尉不知:此殿中,当初老祖天师洞玄真人传下法符,嘱付道:'此殿内镇锁着三十六员天罡星,七十二座地煞星,共是一百单八个魔君在里面。上立石碣,凿着龙章凤篆姓名,镇住在此。若还放他出世,必恼下方生灵。'如今太尉放他走了,怎生是好!”当时洪太尉听罢,浑身冷汗,捉颤不住;急急收拾行李,引了从人下山回京。真人并道众送官已罢,自回宫内修理殿宇,竖立石碣。不在话下。再说洪太尉在途中分付从人,教把走妖魔一节休说与外人知道,恐天子知而见责。于路无话,星夜回至京师。进得汴梁城,闻人所说:“天师在东京禁院做了七昼夜好事,普施符箓,禳救灾病,瘟疫尽消,军民安泰。天师辞朝,乘鹤驾云,自回龙虎山去了。”洪太尉次日早朝,见了天子,奏说:“天师乘鹤驾云,先到京师;臣等驿站而来,才得到此。”仁宗准奏,赏赐洪信,复还旧职。亦不在话下。
后来仁宗天子在位共四十二年晏驾,无有太子,传位濮安懿王允让之子——太宗皇帝嫡孙——立帝号曰英宗。在位四年,传位与太子神宗。神宗在位一十八年,传位与太子哲宗。那时天下太平,四方无事。且住!若真个太平无事,今日开书演义,又说着些什么?看官不要心慌,下文便有:三十六员天罡下临凡世,七十二座地煞降在人间。直使宛子城中藏虎豹,蓼儿洼内聚蛟龙。毕竟如何缘故,且听下回分解。


The abbot feared the influence of Marshal Hong. He had no choice but to order some blacksmith priests to remove the scales and break the lock. Then the doors were pushed open and everyone entered the hall. It was pitch dark. The marshal called for a dozen torches. When these were brought he saw that the hall was empty except for a stone tablet in the center. About six feet high, it was based on a stone tortoise which was sunk halfway into the damp earthen floor. Hong moved the torches closer to the tablet. The front was inscribed with dragon and phoenix scripts and mystic signs and symbols which no one could understand. Then he looked at the back. There, written large, were four words: “Open when Hong comes.”
The marshal was delighted. “You tried to stop me,” he said to the abbot. “Yet my name was written here hundreds of years ago. 'Open when Hong comes.' It's perfectly plain. What's wrong if I have a look? I believe the demons are right here beneath this stone. Get a few more men with mattocks and shovels and dig it out.”
The abbot was horrified. “We can't do that, Marshal. Something terrible may happen. It's not safe!”
“What do you know, anyway?” the marshal shouted angrily. “It says clearly on the tablet it can be removed when I come. How dare you stop me? Get me those men.”
Four or five times the abbot pleaded: “No good will come of it.” But the marshal wouldn't listen. The workmen were summoned. After long and strenuous effort they pushed over the tablet and pried the stone tortoise out of the ground.
Then they started shovelling. At four feet they came upon a big stone slab some ten feet square. Marshal Hong directed them to dig it out. “You mustn't,” begged the abbot, but the marshal ignored him. When the men had removed the slab, a pit one hundred thousand feet deep was revealed. A great ripping sound was heard, and a black cloud shot out of the pit. It tore through half a corner of the roof and zoomed into the sky, where it split  
into more than a hundred golden rays which shimmered in every direction.
Everyone shouted in fright and threw down their tools. They dashed out of the hall, bowling people over left and right. Marshal Hong goggled and gaped helplessly. His face was the color of earth. He hurried out to the porch, where the abbot was lamenting.
“Who are those demons who escaped?” Hong asked. “Oh, Marshal, you didn't know,” groaned the abbot. “In this hall the Master of the Way left a written warning. It said: 'Thirty-six stars of Heavenly spirits and seventy-two stars of Earthly Fiends, a total of one hundred and eight demons, are imprisoned here, held down by a stone tablet inscribed with their names, written in a mystic script that resembles dragons and phoenixes. If they are released on earth they will cause no end of trouble.' Now you've let them out. What are we going to do?”
The marshal trembled and broke into a cold sweat. He hastily collected his luggage, marched down the mountain with his men and headed for the capital. The abbot and the Taoists saw them off, then returned to the temple, where they repaired the roof and re-erected the stone tablet. Of them we'll say no more.
During the return trip, afraid that the emperor would reproach him, the marshal instructed his men to say nothing about the escape of the demons. The march was uneventful. Travelling day and night, they soon reached Bianliang, the Eastern Capital. On entering the city they were told: “The Divine Teacher held a great prayer service in the Imperial Park for seven days and seven nights and distributed many charms. Now the sick are cured and the plague is completely gone. The Divine Teacher has taken leave of the emperor and returned to the Dragon and Tiger Mountain, astride a crane and riding the clouds.”
At early court the following morning, Marshal Hong reported to the emperor.
“The Divine Teacher mounted a crane and rode the clouds, so he arrived first,” said Hong. “We had to march every stage of the road. That's why we didn't get here till now.”
The emperor approved of his report. He rewarded the marshal and ordered him to resume his post. We'll say no more of this.
Emperor Ren Zong ruled for forty-two years and died without leaving a son. The throne passed to the son of Prince Yun Rang of Puan. A grandson of Tai Zong, he is known by his posthumous title of Ying Zong. After four years of rule, he abdicated in favor of his son, Shen Zong, who reigned for eighteen years and then gave the throne to his son Zhe Zong. During this entire period there was peace throughout the land and no disturbances.
But not so fast. If it were true that nothing happened, what would we have to tell in this book? Reader, don't be alarmed, for in what follows thirty-six stars of Heavenly Spirits come to earth and seventy-two stars of Earthly Fiends appear among men. Valiants hide in strongholds, heroes gather in the marshes.
Why? Read our next chapter if you would know.

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